FORMACIÓN CIUDADANA Y CÍVICA 5º SECUNDARIA
RECONCILIACIÓN NACIONAL
Mis saberes previos:
¿A qué llamamos reconciliación?
¿Consideras
que en el Perú ya se produjo la reconciliación nacional?
Cobertura de la CVR
La Comisión de la Verdad ha realizado
un esfuerzo inédito para obtener un conocimiento exacto y minucioso del proceso
de violencia. Hemos querido lograr no solamente una gran precisión en nuestras
investigaciones. Al mismo tiempo, creemos que la presencia de la comisión en
lugares históricamente olvidados constituye un acto de justicia y de
reconocimiento.
Nuestros investigadores han cubierto
prácticamente todo el territorio nacional afectado por la violencia. Hemos
visitado, para tomar testimonios, 129 provincias, 509 distritos del país, que
son los más afectados por la violencia, poniendo énfasis en las localidades más
olvidadas y postergadas.
Las Principales Líneas de Acción
Las conclusiones y recomendaciones que
la comisión hará al finalizar su mandato se basarán en un conocimiento de
primera mano de los hechos. Para lograrlo, hemos desplegado nuestra
organización en diversas líneas de trabajo, como se puede apreciar.
Nuestras líneas de trabajo se orientan
a investigar la verdad, comprender los hechos que originaron la violencia,
elaborar propuestas de reparación y de reformas para afrontar las consecuencias
del proceso.
1. Audiencias
públicas
2. Recojo de
testimonios y base de datos
3. Análisis de
crímenes y violaciones de los DD.HH.
4. Exhumaciones
5. Iniciativa
sobre personas desaparecidas
6. Proceso
nacional de la violencia
7. Historias
regionales
8. Estudios en
profundidad
9. Propuestas de
política de Reparaciones
10. Propuesta de
reformas institucionales
11. Perspectiva
y experiencia de reconciliación
12. Proyecto
fotográfico
Prevención y resolución de conflictos
¿Es
posible iniciar la construcción de un paradigma de desarrollo humano
sustentable en sociedades traumatizadas por profundas heridas y divisiones
heredadas de guerras y regímenes de violencia? La respuesta es positiva, aunque
condicionada a que se alcance un nuevo pacto de convivencia para la
reconciliación nacional, lo que supone, a su vez, un complejo proceso
psicosocial y la puesta en vigor de disposiciones legales e institucionales
dirigidas a alcanzar ese fin.
Las
sociedades que han transitado por algún conflicto violento o han sufrido las
consecuencias de un prolongado régimen autoritario o totalitario se enfrentan,
justo al inicio de los procesos de paz y de cambios hacia la democracia, con un
pesado fardo de violaciones de derechos humanos cuyas víctimas esperan
justicia.
Pero
a menudo ha sucedido que los procesos de cambio no han sido el resultado del
derrumbe de esos regímenes frente a sus adversarios, ni la paz se ha impuesto
porque la violencia terminase con la victoria aplastante de uno de los bandos
en pugna sobre el otro.
En
no escasas ocasiones el inicio de los procesos de paz y cambios democráticos ha
sido el resultado de negociaciones entre las partes en conflicto quienes
acordaron, como condición para poner fin a su enfrentamiento, la impunidad en
favor de aquellos que habían cometido diferentes tipos de graves abusos y
crímenes.
La
lógica de priorizar los beneficios de la paz para el conjunto de la sociedad
acelerando el cese del conflicto, no pocas veces ha tomado prioridad sobre la
de satisfacer las legítimas demandas de justicia de aquel sector social que
había sido victimizado. El razonamiento esencial --no necesariamente mal
intencionado-- de quienes han aceptado esas condiciones es que, de no
extenderse algunas garantías futuras hacia los verdugos, el conflicto podría
prorrogarse de manera indefinida y generar aún más víctimas de las existentes
hasta el momento de producirse las negociaciones. Era imprescindible alcanzar
la paz, o al menos poner fin a la violencia, y llamar a la reconciliación.
Ocurre a menudo que la mayor parte de la población en sociedades post conflicto
o en vías de transición democrática está menos motivada por asistir a un
prolongado juicio contra los verdugos del pasado que por recibir una inmediata
respuesta a los apremiantes problemas del presente: empleo, comida, vivienda,
entre otros.
Sin
duda esta lógica encierra una verdad, pero incompleta. Así lo demuestra el
resultado de los diferentes experimentos de reconciliación nacional impulsados
en distintos países al cabo de años de haberse impuesto el cese de las
hostilidades o de haberse iniciado una transición democrática. Los movimientos
de derechos humanos y las asociaciones de víctimas – apoyados ahora en la globalización
de los sistemas de justicia en lo que concierne a crímenes de lesa humanidad y
violaciones del derecho internacional humanitario- han persistido en sus
reclamos de justicia.
Todo
parece indicar que el reclamo de verdad y justicia puede ser pospuesto pero no
abandonado. La marea de demandas de paz puede sobrepasarlo en un momento dado,
pero siempre retorna, como resaca inevitable, para recordarnos que hay cosas
que no pueden borrarse de la memoria y hay daños que reclaman ser reparados.
Las
reconciliaciones no se decretan. Es La sociedad quien debe facilitarlas de
diversas maneras Aunque perdonar es potestad de las víctimas. El perdón no
puede decretarse como las amnistías. Perdón y absolución legal no son
equivalentes. Del mismo modo que amnistía no significa amnesia.
La
reconciliación nunca puede fundarse sobre la base de la impunidad y el olvido.
Ese camino puede conducir al reinicio del conflicto que se creía superado. Pero
la reconciliación es tan necesaria como lo son la verdad, la memoria sobre lo
ocurrido -para aprender las lecciones que de ello se derivan- y el ejercicio de
múltiples fórmulas de justicia en favor de las víctimas. Conocer la verdad
puede resultar perjudicial si luego se abandonan los procesos de justicia y
reconciliación. En esos casos, limitarse a develar la verdad puede servir para
atizar el rencor y el deseo de venganza de aquellos que esperaron justicia
inútilmente.
Las
sociedades que han pasado por procesos traumáticos como los mencionados
requieren sanar sus heridas y aprender de su pasado, para no repetir los mismos
errores en el futuro. Eso no es posible sin establecer con la mayor objetividad
posible lo que realmente sucedió y sin comprender –que no significa aprobar-
los motivos que llevaron a cada persona e institución a actuar del modo en que
lo hicieron. Dejar pasar el tiempo puede ser útil en ciertas circunstancias
para calmar los ánimos, pero no para cicatrizar heridas.
Un
conjunto de mitos y falsas definiciones han contribuido a enturbiar el
entendimiento acerca del significado y alcance de la reconciliación, por lo que
se hace necesario puntualizar algunas clarificaciones sobre el tema:
ü La reconciliación no puede ser el primer proceso que
se convoque, ni puede ser decretada.
ü Amnistía no es amnesia.
ü Empatía no es simpatía.
ü Para recibir perdón hay que pedirlo de manera clara
y sincera a las víctimas, las únicas que pueden extenderlo.
ü La solicitud de perdón de parte del victimario
supone la inclusión de ciertos elementos, sin los cuales tal reclamo es apenas
un cínico ardid para evitar las consecuencias de sus actos pasados en las
nuevas circunstancias.
Actividades.
1. ¿Cuáles son los antecedentes para llevar adelante la
reconciliación nacional?
2. ¿Qué
sucede si la reconciliación se funda sobre la
base de la impunidad y el olvido?
3. ¿Consideras que será posible la reconciliación nacional?
4. ¿Según tu opinión quien fue el vencedor y el perdedor?
5. Quien merece ser perdonado y quien condenado ¿Por qué?
6. ¿Por
qué es importante la reconciliación nacional?
MEMORIA COLECTIVA
Lee el texto y responde las preguntas:
“La memoria es
el discurso de la experiencia: debemos entenderla como un proceso individual y
colectivo, que involucra a toda la sociedad y busca darle un sentido al pasado,
enlazándolo con el presente y proyectándolo hacia el futuro. Un pueblo sin
memoria es un pueblo sin identidad.
La memoria no
es el pasado tal y como se escribe en los libros, es decir, su recuerdo
congelado. La memoria está viva. Si el pasado pertenece a quienes lo han
vivido, la memoria es universal; atañe a todos los hombres.
Por ello, y
para que no vuelvan a repetirse hechos dolorosos, es necesario recordar y
guardar en la memoria colectiva los sucesos de violencia vividos en el Perú.
Debemos trabajar para sanar las heridas de la guerra que permanecen abiertas y
contribuir a la construcción de una democracia auténtica y de una paz sólida en
nuestro país. El recuerdo de los hechos de violencia experimentados durante la
guerra, al ser compartidos por toda la sociedad, pone en el plano público lo vivido
de manera privada, de tal forma que facilita los procesos de recuperación de
las personas afectadas a través del reconocimiento, reinterpretación y
resignificación del pasado. (…) El hecho de conocer la verdad está asociado a
la necesidad de optar. Durante un tiempo, como país, preferimos no saber para
así no optar frente a lo que estaba sucediendo. Es decir, evitemos tomar una
posición frente a los hechos”.
Comisión
de la Verdad y la Reconciliación. Educando en la verdad y la justicia para la
reconciliación.
Guía
metodológica para la formación de docentes.
2. ¿Cuál es la importancia del pasado en la vivencia del presente y en la construcción del futuro?
3. ¿Por qué es importante saber la verdad de los hechos de violencia ocurridos en nuestro país?
4. ¿Por qué el conocer la verdad se relaciona con la de optar?
5. ¿Qué significa “un pueblo sin memoria es un pueblo sin identidad”